lunes, 4 de noviembre de 2013

FAMILIA Y EDUCACIÓN

La familia sigue siendo el núcleo fundamental educacional de la sociedad, en la medida que ella reproduce biológicamente a la especie humana, y en su espacio se desarrolla la identificación con el grupo social.

La familia es, singularmente, una institución humana, simultáneamente natural y cultural. En cuanto institución, determina a las sociedades y a las personas, porque presenta unas actividades universales (procreación y crianza de los hijos) y unas acciones cambiantes (económicas, culturales, políticas, religiosas, educativas, sanitarias, protección de niños, ancianos, enfermos). En la historia educadora de la familia se reflejan momentos en alza y otros a la baja.

La familia tradicional en la educación familiar marca unas pautas centradas en lo que se ha recibido de los antepasados: unidad económica, de convivencia, de valores. A mitad del siglo XX se asiste al paso de un modelo de educación relativamente represivo a un modelo relativamente permisivo. Las diferencias culturales, por otra parte, son sensibles de una clase social a otra, de un país a otro. Los valores familiares están centrados en el niño, su educación, su desarrollo y todo está organizado en función de sus necesidades.

En mi opinión, el objetivo de la educación familiar consiste en formar personas íntegras, auténticas, plenamente desarrolladas en sus potencialidades personales, equilibradas, con una escala de valores a las que ajustar su comportamiento, coherentes consigo mismas y comprometidas socialmente.

Para educar y formar el carácter de la personas en el ámbito familiar necesitamos, por tanto, transmitir y vivir unos valores, unas pautas morales, éticas. La educación en valores es una tarea de todos, de aquellos que de un modo u otro interactúan con los educandos. Los espacios educativos privilegiados para la transmisión de los valores son la familia y la escuela, pero sin olvidar la sociedad.

La familia ha perdido fuerza en su función educativa original, singularmente comparte esta tarea en la infancia y en la adolescencia con la escuela, pero el hogar sigue siendo insustituible, debido a la profunda relación afectiva que el niño mantiene con sus padres y hermanos. La educación familiar sigue siendo una tarea esencial para la educación de las personas en su proceso de individualización y socialización.

El ámbito familiar ejerce su acción educativa de modo informal, espontáneo, natural, realizándose en los momentos y lugares más inesperados, de manera que los efectos del ambiente familiar sobre los procesos de personalización, socialización y transmisión de valores se tornan esenciales.

Muchos padres confunden la instrucción con la educación y piensan que con facilitar la educación escolar ya es suficiente. Estos progenitores dimiten de su función educadora y la dejan en manos de otras “agencias educativas” no familiares. Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, y su derecho-deber sobresale por encima de otros grupos o personas. La educación familiar es una obligación moral de los padres y un derecho del hijo en cuanto su ser persona, y los educadores que los padres libre y responsablemente elijan serán “educadores subsidiarios” de ese derecho-deber educativo de la familia.

La familia, en la actualidad desde la perspectiva educadora, ofrece varios aspectos fundamentales:

1. El “ser” de la familia. La raíz educativa de la familia la situamos en su función humanizadora. Esta dimensión de la familia se visibiliza en una doble vertiente: En su dinamismo personalizador y en su fuerza socializadora. La familia es el ámbito adecuado para la conformación del sujeto humano y la transmisión de valores convertidos en proyectos de vida.
La urgente tarea personalizadora se expresa mediante estos dinamismos educativos: posibilitando la integración del yo personal; abriendo cauces de una relación psicoafectiva adulta y favoreciendo el proceso socializador de la familia. El clima educativo de la familia alcanza su planificación en la fuerza integradora del hogar, gestando un sistema interrelacional sobre una cosmovisión axiológica que teje el ámbito educativo: el amor, la justicia, el respeto y el diálogo; promoviendo los resortes necesarios para educar un ser crítico ante las situaciones deshumanizantes de la vida personal y social.

2. El quehacer de la familia. Esta función de la familia se desarrolla al menos en tres actuaciones educativas importantes: La formación de una comunidad de personas; el servicio a la vida y la participación en la sociedad. Las relaciones interpersonales (conyugal, paternidad y maternidad, filiación y fraternidad) incardinan a la persona en la gran familia humana. De ahí, el potenciar todos los recursos educativos para posibilitar esta tarea educadora. Las interacciones de las personas en la familia construyen una comunidad de personas planificadas. La vida familiar y la ley del amor favorece la participación y la comunicación, no la servidumbre y la dominación. La familia personaliza cuando el amor es principio de comunión en la construcción de las personas, en la intercomunicación mediante actitudes creativas y valores de gratuidad, de constante comprensión y tolerancia, de respeto en la singularidad de las personas, promoviendo una actitud educadora democrática frente al autoritarismo; igualitaria frente al machismo; corresponsable frente a la irresponsabilidad desequilibrante y destructora. La educación familiar promueve la participación en el desarrollo social.

3. Actualidad de la familia. Constatamos que, al menos en los países occidentales, nos encontramos ante una profunda variación histórica en el modo de entender y vivir la institución familiar. El cambio familiar se expresa en: a) Los valores que condicionan el universo significativo de la institución familiar. La familia se fundamenta sobre unos valores que la caracterizan institucionalmente. Valores universales como el autodesarrollo personal, el desenvolvimiento psicológico de la afectividad y la sexualidad, la trascendencia de los progenitores, la integración e intervención de la familia en la red de las relaciones sociales. Ahora bien, los valores en su escala axiológica varían notablemente. La educación familiar contribuye eficazmente a la transmisión de valores en el ámbito familiar hacia dentro y hacia el entorno que le circunda. b) La institución familiar, como lugar sociológico, es poderosa transmisora de valores y su repercusión se manifiesta en el cambio del modelo recesivo y emergente de familia (Ortega y Mínguez, 2001).

Concluyendo, el espacio familiar se desarrolla como un contexto social, educativo y de aprendizaje, donde los adultos asumen la responsabilidad de contribuir al desarrollo de las capacidades y habilidades intelectuales, motivacionales y sociales de los hijos, así como a su equilibrio afectivo y emocional. Estas habilidades habrán de concretarse en áreas de comportamiento socialmente valoradas que permiten a los niños, con el tiempo, adaptarse a las normas y demandas de la sociedad. Están vinculadas a la capacidad de construir relaciones fundamentadas en el respeto mutuo, de tomar decisiones y de asumir responsabilidades, de controlar el propio comportamiento, de fomentar la independencia personal, la confianza en uno mismo y la seguridad personal. Éstas son habilidades que permitirán a la persona lograr en cada situación evolutiva los retos sociales más cotizados en un determinado grupo social, como pueden ser un rendimiento académico satisfactorio, la prevención de comportamientos desadaptados y la organización de la propia vida personal.

L. Flaker (1998) afirma que “la importancia de la familia en el mundo actual radica en que de ella depende la fijación de las aspiraciones, valores y motivaciones de los individuos y en que, por otra parte, resulta responsable en gran medida de su estabilidad emocional, tanto en la infancia como en la vida adulta” (p. 36).

No hay comentarios:

Publicar un comentario