lunes, 4 de noviembre de 2013

TRABAJO EN GRUPO. LA EDUCACIÓN Y SU EFECTO EN LA FORMACIÓN DEL CAPITAL HUMANO Y EN EL DESARROLLO ECONÓMICO ESTATAL. ¿PARA QUÉ SIRVE ESTUDIAR?

1. Introducción. ¿Qué es el capital humano?


“Toda educación que se centre principalmente en la utilidad económica resultará demasiado limitada para ser de utilidad”
(Neil POSTMAN)


El concepto "capital humano" se refiere a las capacidades productivas de los seres humanos como generadores de renta y riqueza en una economía. El concepto es ya muy antiguo pero su utilización en la ciencia económica es relativamente reciente. A principios de los años sesenta Theodor Schultz y Gary Becker (ambos premio Nobel de Economía y Becker el más reciente en 1992) son los primeros en utilizarlo de una manera consistente, aplicando la teoría del capital a los seres humanos como agentes de producción. Ya que el capital es un stock que tiene un valor como fuente de flujos presentes y futuros de producción y renta, el capital humano es aquel stock de conocimiento y destreza productiva que posee cada persona y que también forma parte del primero.

Según Becker , uno de los autores que más ha contribuido al desarrollo de la teoría del capital humano, éste se definiría cómo: “la educación, un curso sobre ordenadores, los gastos en cuidados médicos, charlas sobre virtudes tales como la puntualidad y la honestidad también son capital, en el sentido de que mejoran la salud, incrementan los ingresos (…). Así pues, sostener que los gastos en educación, entrenamiento, atenciones médicas son inversiones en capital humano es completamente congruente con el concepto tradicional del capital. Sin embargo, estos gastos producen capital humano, y no físico o financiero, porque no se puede separar a una persona de sus conocimientos, salud, o valores del modo en que es posible traspasar los activos físicos o financieros (…)”.

Una explicación más formal y detallada de qué se entiende por “capital humano” en Economía se puede encontrar en Blaug . Según este autor, este concepto capta la idea de que las personas gastan en sí mismas parte de sus recursos más importantes (dinero y tiempo) de muy diversos modos. Lo relevante que las personas incurren en estos gastos no por el disfrute presente que les pueden proporcionar, sino porque esperan que les reporten beneficios en el futuro.

Las diferencias entre capital físico y capital humano residen, fundamentalmente, en la naturaleza de los derechos de propiedad ya que la propiedad del capital humano, desde que desapareció la esclavitud, es sólo de la persona que posee dicho conocimiento y como una persona no puede vender parte de su capital humano, el análisis cuantitativo se restringe a considerar los flujos de renta o otras remuneraciones del individuo como el valor equivalente al alquiler de dichos conocimientos.

Es decir, la economía clásica distingue nítidamente entre tres factores de producción: la tierra, el capital y el trabajo, ahora esa distinción se hace mucho menos rígida ya que la teoría del capital se puede aplicar a todos ellos ya que su oferta se puede aumentar y mejorar mediante una inversión a un determinado coste y ello implica utilizar las bases de la teoría del capital, es decir, analizar los futuros beneficios de la inversión en relación con sus costes actuales.


2. Teorías clásicas

Por ejemplo, Adam Smith no sólo reconoce que las habilidades o conocimientos de los trabajadores deben ser incluidos como parte del capital productivo del país, sino que defiende que las diferencias que existen en el grado de preparación de los trabajadores permiten explicar las diferencias salariales de las distintas profesiones. Smith equipara al trabajador que ha sido educado –o que ha invertido para aprender un oficio- con una “máquina cara”. En ese sentido, el coste del entrenamiento puede ser considerado como una inversión en su capacidad de ganancia futura, que deberá ser recuperada durante la vida laboral del aprendiz. Es este mayor coste del aprendizaje lo que permite explicar las diferencias salariales entre las distintas ocupaciones porque “(…) el trabajo que la persona educada aprende a realizar, es de esperar, será pagado por encima del salario común de los trabajadores no educados; lo que hará que recupere el gasto total en su educación, y que genere los beneficios normales de un capital igualmente valioso” . En definitiva, además de ser un precursor del concepto de capital humano, Adam Smith anticipa algunos de los razonamientos que se pueden encontrar en los trabajos que a comienzos del siglo veinte impulsaron el nacimiento de la teoría del capital humano.

El economista inglés, Nassau William Senior (1790-1864), es otro de los autores clásicos que también hace referencia al capital humano en sus trabajos. Según este autor, la principal característica de las habilidades de los trabajadores es que influyen positivamente en su productividad . En general, acepta el planteamiento de Smith de que las diferencias en el grado de preparación y de educación recibido por los distintos trabajadores pueden explicar por qué determinadas profesiones están mejor pagadas que otras. Sin embargo, Senior encuentra que las diferencias salariales entre las profesiones liberales – que requieren una mayor preparación – y los trabajos manuales no son tan grandes como cabría esperar según la diferencia de inversión en educación que ambas requieren. Por ello defiende, en contra de Smith, que las decisiones en gastos de educación de los trabajadores se asemejan más a decisiones de consumo que a decisiones de inversión. Según Senior , la cantidad de dinero invertida en educación no se debe tanto a sus beneficios futuros cuanto a la creencia de los padres de que deben otorgar a sus hijos como mínimo la misma educación que ellos han recibido, y, también, el pago en forma de prestigio social que reciben los trabajadores preparados.

Otro de los autores clásicos a los que hay que hacer referencia a la hora de estudiar los orígenes de la teoría del capital humano es John Stuart-Mill . Para este autor es evidente que la productividad del trabajo está limitada por el conocimiento que tienen los trabajadores, y así entiende que la productividad del trabajo de una comunidad está determinada en parte por el grado de destreza y de formación que tienen los trabajadores. Por lo tanto, cualquier mejora en la preparación de los mismos permitiría que la misma cantidad de “trabajo” produjera más cantidad de producto como resultado de un doble efecto:
a) un efecto indirecto, que consistiría en la mejora de la capacidad de la población para utilizar maquinarias más complejas, con el consiguiente aumento en la producción ;
b) un efecto directo, ya que una población más preparada puede innovar más. Como consecuencia, se inventarían nuevas máquinas que fuesen más productivas . Este segundo efecto lo ilustra con el ejemplo del aumento de la productividad de la tierra gracias a la mejora en las técnicas agrícolas y en la maquinaria empleada.

A diferencia de los autores anteriores, que sólo consideraban la influencia que la educación o preparación de los trabajadores ejercía en la economía, John Stuart-Mill  defiende que existen otra serie de cualidades humanas, tales como las virtudes o cualidades morales de los ciudadanos de un país, que también influyen de forma directa y positiva en el funcionamiento de su economía. Así pues, Stuart-Mill tiene una concepción más amplia de las cualidades humanas que ejercen influencia en la actividad económica, por lo que se puede decir que se acerca más que los anteriores autores –que sólo consideraban la influencia de los conocimientos o de las habilidades- a la que es la concepción actual del capital humano.

Jean-Baptiste Say  es otro de los autores clásicos en cuyos escritos pueden encontrarse algún anticipo de la teoría del capital humano. La principal novedad que aporta en relación con sus predecesores es la de explicar de forma más detallada cómo influyen los conocimientos  o la formación en el proceso de producción de bienes, que él denomina industria humana. Según Say, el conocimiento es el elemento indispensable en la producción de cualquier bien, ya que interviene en las tres fases en las que se despliega el proceso productivo. Así, para obtener un bien es necesario, en primer lugar, estudiar y conocer las leyes de la naturaleza: “una cerradura nunca podría construirse sin conocer previamente las propiedades del metal, el método de extracción de la mina, así como los métodos para dar forma al metal”. En segundo lugar, se necesita que estos conocimientos se apliquen a un propósito útil: “por ejemplo, la convicción de que una determinada forma comunicada al metal dará como resultado un medio que sirva para mantener cerrada una puerta para todas las personas, excepto para la que posea la llave”. Finalmente, es necesaria la ejecución de cierto trabajo manual para obtener el producto acabado, lo que requiere, a su vez, poseer los conocimientos o habilidades precisos para saber cómo ha de ejecutarse de forma concreta el trabajo propuesto.

Dado el papel que, para Say, desempeñan en el proceso productivo tanto el conocimiento humano como el desarrollo de capacidades prácticas, no es de extrañar que –al igual que Smith- explique las diferencias en la participación en los beneficios, por parte de los distintos tipos de trabajadores, según sus relativas habilidades . Tales diferencias se deben a que el salario percibido incluye, además del pago del trabajo realizado, un interés en pago al “capital adquirido” por cada tipo de trabajador, y que no es expropiable, porque no existe más que en la persona del propio trabajador.

Sin embargo, el principio de que “a mayor preparación, mayor salario” parece que no es válido cuando Say lo aplica a la remuneración de los que él denomina “filósofos” y “hombres de ciencia”: siendo éstos los trabajadores más formados de la fuerza laboral de un país, sin embargo no son lo que reciben un mayor salario. Esta aparente paradoja la resuelve distinguiendo los tipos de conocimiento que entran en juego en el proceso productivo. La aportación de los filósofos u hombres de ciencia se circunscribe, generalmente, a la primera fase del proceso productivo, esto es, a los descubrimientos básicos para producir bienes. Al contrario de lo que ocurre con las habilidades de los trabajadores, este tipo de conocimiento no es inseparable del sujeto que las descubre, sino que se transmite y difunde con gran facilidad. Por este motivo, no es necesario recurrir a la persona que realizó un descubrimiento concreto, basta con entenderlo para ponerlo en práctica. La dificultad que presentan estos conocimientos más generales para su apropiación por los hombres de ciencia sería la razón de que la remuneración de este tipo de trabajador sea más baja de lo que cabría esperar – y también explicaría por qué los países más avanzados subvencionan a sus científicos.

Pero Say va más allá, pues entiende que esta facilidad en la transmisión del conocimiento, que es característica de los trabajos especializados en la primera fase del proceso productivo, permite también dar razón de por qué los países desarrollados crecen más lentamente que los países en vías de desarrollo. Por este motivo, puede decirse que Say es uno de los primeros autores clásicos que explora las consecuencias macroeconómicas del capital humano. La explicación que ofrece a este fenómeno recuerda a otras que aparecen en los modernos modelos de convergencia: los países menos desarrollados crecen más deprisa, porque se benefician del conocimiento generado por los científicos y filósofos que trabajan en los países más avanzados, ya que, como se ha dicho, no se puede impedir su difusión. Por eso, los países menos desarrollados sólo necesitan invertir en la preparación de su fuerza laboral, para llevar a cabo las dos últimas operaciones del proceso productivo antes explicadas . Como este último tipo de preparación sólo beneficia a las propias personas que la adquieren, los países menos desarrollados acaban teniendo más medios propios, para incrementar su riqueza y producción, que aquellos países en los que existe una mayor proporción de trabajadores dedicados al progreso de las artes y de las ciencias.


3. Teoría del capital humano

En la década de los años 50 – 60, cuando el foco principal de preocupación de los economistas era el crecimiento económico de los países , ciertos integrantes de la Escuela de Chicago, entre otros, Denison, Schultz y Becker, promulgaron su teoría acerca del capital humano , según la cual, la educación debe ser entendida como una inversión a largo plazo sobre los individuos, para lograr una mejora de sus capacidades, con el objetivo de aportar grandes beneficios a la sociedad, entre ellos: el crecimiento económico de los diversos Estados.  Se trata pues, de la búsqueda de una mejora de la calidad y facultades de la mano de obra productora, considerando que la causa subyacente del incremento del capital físico transita, irremediablemente, ligada a las oportunidades y aptitudes individuales de la mano de obra productora y productiva. Dicha teoría será sostenida sobre la base de pruebas empíricas que dejarán al descubierto la importancia de la educación en la formación del capital humano : “los conocimientos y las habilidades adquiridas con el estudio y la experiencia, son factores esenciales del crecimiento y explican en gran parte las diferencias en el ingreso per cápita entre países.”
Así pues, Denison realizaría numerosos análisis acerca del crecimiento económico de determinados países entre las décadas de 1910 - 1960, véase Estados Unidos, Argentina, México o Brasil, quedando demostrada su relación con la mejora en la educación entre la población que actuaba como fuerza de trabajo.  Por su parte, Schultz realizaría un estudio similar buscando comprender la contribución de las inversiones educativas en los posteriores ingresos nacionales entre las fechas de 1939 y 1957, llegando a la conclusión de que la causa directa del aumento entre el 16 – 20% de los ingresos nacionales, procedía de las inversiones estatales en materias educativas.  Por tanto, en términos de desigualdad ciudadana y poder adquisitivo, se entiende que las distintas retribuciones y rentas tienen una correlación positiva con la desigualdad educativa de los individuos. Y Becker, por otro lado, añadirá a dichos estudios dos puntualizaciones importantes a tener en cuenta: el tiempo del inversor y la heterogeneidad de la fuerza productora.  Así pues, podemos determinar que la educación, unida a las capacidades innatas de los propios trabajadores, así como al tiempo dedicado a dichas tareas formativas, serán los factores más decisivos en la formación del capital humano de los Estados ; lo cual viene a explicar las diferencias salariales en función de la cualificación humana, como venimos señalando. No obstante, todavía habrá autores que señalen otros factores a tener en cuenta a la hora de dilucidar la inversión en capital humano por parte de los países, como por ejemplo, orientar la cobertura educativa hacia aquellos trabajos que generen un mayor bienestar social y una mayor productividad.
Sin embargo, teniendo en cuenta todos estos datos y entendiendo como perfecta la idea de una inversión homogénea en capital humano, cabe tener en cuenta la pregunta acerca de por qué no todos los individuos invierten en educación/futura productividad.

Llegados a este punto, la teoría del capital humano expresa la resolución a dicha cuestión en clave de imperfecciones e impedimentos a la hora de acceder a los centros de adquisición de capital humano , de tal manera que la forma más sencilla de conformar ciudadanos pobres consiste en negarles una inversión educativa, además de sus propias preferencias que les hace invertir en sí mismos de diversas formas, y no necesariamente en los gastos más beneficiosos pero firmados a largo plazo. Será por ello, por lo que las inversiones en capital humano no solo implican dimensiones cuantitativas, sino también cualitativas ligadas a las atribuciones, habilidades y querencias personales para realizar un trabajo productivo.

Con todo, y para finalizar este apartado, hay que tener en cuenta la dificultad principal de la teoría del capital humano, la cual entiende que los gastos de consumo e inversión se presentan de manera simultánea, por lo que, decidir la inversión actual tanto en uno como en otro, será lo que determine las utilidades futuras de las distintas sociedades y sus ciudadanos. Pero, dicha decisión solo corresponde tomarla a los Estados y a los individuos, por lo que la teoría del capital humano solo puede limitarse a demostrar que la inversión en educación será la que determine la creación de nuevos procesos, tecnologías y productos, y, por ende, se constituye como la impulsora del desarrollo económico de los países.  


4. La educación, ¿gasto de consumo o inversión?

A la hora de sistematizar los obstáculos con que se encuentra la teoría, puede ser conveniente recurrir, como criterio, a la idea central de la misma, en su versión más pura; a saber, el carácter mediador de la productividad, en los efectos que provoca la inversión en educación, el cual tiene un sentido muy diferente, según nos situemos en una dimensión macroeconómica o microeconómica, como recordaba J. Carabaña, ya que el que los rendimientos privados de la educación sean positivos no implica necesariamente que el nexo entre educación e ingresos se deba a la productividad de la educación; al contrario de lo que ocurre en los cálculos macroeconómicos, donde la relación entre crecimiento del producto y educación acumulada por la población, tiene que ser, forzosamente, una relación de productividad.

La etapa fundacional de la teoría del capital humano estuvo signada por la intervención de economistas y sociólogos, abocados a la producción del instrumental teórico indispensable para el desarrollo de reformas en el área educativa. El Estado, planificador por excelencia, calculó inversiones y tasas de rendimiento según rigurosos criterios de mercado. Tanto las necesidades de mano de obra, como la demanda social de educación, se sometieron a evaluaciones minuciosas que reforzaron la prioridad de la educación en cuanto área privilegiada de las políticas públicas  debido a la magnitud de su influencia sobre el avance tecnológico, la prosperidad económica y la redistribución de la riqueza social. Al tratarse de una inversión esencialmente financiada por el Estado, los seguidores de la teoría del capital humano trasladaron el peso del financiamiento educativo al sector de los mayores contribuyentes. Precisamente este último principio fue el que le otorgó –a la par de la expansión de la ideología bienestarista– una inclinación particularmente igualitaria.

La educación ha sido contemplada desde hace ya varias décadas como una de las variables clave en el proceso de desarrollo económico y social de los distintos países. Esta apreciación ha venido acompañada, como corolario natural, de una serie de recomendaciones encaminadas a impulsar el esfuerzo inversor en el sistema educativo, sobre todo en los países más atrasados. La economía de la educación, y la teoría del capital humano, proporcionaron el marco teórico del que se derivan estas conclusiones. La evidencia empírica, sin embargo, no arroja un resultado unívoco. Por un lado, la mayoría de los estudios realizados en y entre distintos países, a lo largo del tiempo, a nivel agregado, tienden a corroborar el importante papel de la educación en el desarrollo, si bien no exento de sombras, sobre todo en los países más atrasados. Por otro lado, sin embargo, otro grupo de estudios que tratan de analizar la relación entre el esfuerzo inversor en el sector educativo y el ritmo de crecimiento, una vez ajustados para tener en cuenta los inevitables desfases temporales, no parecen soportar conclusiones tan optimistas al respecto. Aplicando asimismo las metodologías propias de la contabilidad del crecimiento, el papel de la educación en el desarrollo económico aparece, en el mejor de los casos, como muy tenue. La variable clave en todos estos estudios, no obstante, aquélla que establece una relación de causalidad entre educación y desarrollo económico, no es otra que la productividad del factor trabajo.

Sin embargo, la mayoría de los estudios que se han hecho sobre la rentabilidad de la inversión en educación y formación buscan confirmar sus altos rendimientos y sus externalidades. Por ejemplo, el Banco Mundial demuestra que, en los países en vías de desarollo, si el período medio de educación de la fuerza laboral se aumenta en un año el Producto Interior Bruto crece en un 9% anual. Esto es así en el caso de los tres primeros años de educación, es decir, que la diferencia entre tres años de educación y la educación nula es un aumento del PIB del 27%. El rendimiento adicional de un año más de instrucción disminuye a una tasa del 4%, o sea un aumento del PIB del 12% para los tres años siguientes. Lo mismo ocurre en los países desarrollados. Boskin y Lan han demostrado que desde 1945 a 1990 el crecimiento de los Estados Unidos ha correspondido en un 27% al aumento de la fuerza de trabajo y en más de un 50% al progreso técnico en sentido amplio que incluye fundamentalmente el nivel de educación y formación, el nivel de organización de la fuerza laboral y el nivel de aplicación de las tecnologías. Tal como dice el informe del Banco Mundial, la educación y la formación mejoran la capacidad del individuo de asimilar y utilizar información, le ayudan a conocerse a sí mismo y a conocer el mundo que le rodea, enriquecen su mente al ampliar su experiencia y le permiten tomar decisiones más acertadas como consumidor, productor y ciudadano. También se acrecienta su capacidad de satisfacer sus necesidades y las de lograr un nivel de vida más alto. Al aumentar su confianza en si mismo y su capacidad creadora y de innovación, se multiplican sus oportunidades de adelanto personal y social. Todo ello se trasluce en términos macroeconómicos, en mayor productividad, mayor crecimiento y mayor bienestar.

Siguiendo la concepción de Schultz, Becker considera que los individuos deciden estudiar para incrementar su nivel de conocimientos y habilidades y, por tanto, ser más productivos. Como cualquier otra inversión, la adquisición de conocimientos supone la utilización de recursos escasos y costosos y, por tanto, debe posibilitar la obtención de beneficios en el futuro que compensen el coste incurrido. En el caso de la inversión educativa deben tenerse en cuenta dos tipos de costes. Por un lado, los denominados costes directos que son aquéllos directamente ligados al proceso educativo (matrículas, tasas, libros, material de apoyo, transporte escolar, etc.). Por otro, el individuo debe considerar el coste indirecto o de coste de oportunidad que genera la inversión educativa, representado por el salario al que el individuo renuncia al no dedicarse a trabajar a tiempo completo.

A cambio de incurrir en estos costes, los individuos esperan que su aumento en la productividad se vea recompensado en el mercado de trabajo a través de una serie de beneficios. Estos beneficios  pueden ser de dos clases: los rendimientos monetarios, puesto que los individuos esperan que los incrementos en su nivel educativo se traduzcan en salarios más elevados, y los rendimientos no monetarios, tales como una mayor estabilidad en el empleo, el acceso a una gama de trabajos más gratificantes, mayores posibilidades de reconversión laboral, mayor predisposición a la participación en programas de formación continua, entre otros.

Por lo tanto, en el marco de la teoría del capital humano los individuos se comportan racionalmente, eligiendo aquel nivel educativo que hace máximo el valor presente de los beneficios futuros descontados los costes de la inversión en educación.



5. Capital humano y desarrollo social. la globalización.

El paso de los pueblos a través de la modernización económica, y sobre todo política, les genera la intrínseca necesidad de formar parte del proceso de globalización que extiende sus dominios por el mundo más desarrollado.  La globalización, de forma similar al incremento del capital humano, favorece la creación de servicios, recursos, productividad laboral…, además de romper las llamadas fronteras internacionales; pero, no obstante, el mismo proceso y ventajas ofertadas por esta globalización exigen de sus participantes el mantenimiento de un grado de coherencia y estabilidad económica.  Por tanto, será por ello, por lo que asistiremos al redireccionamiento de la educación de los ciudadanos por parte de los Estados, hecho especialmente apreciable en los países en desarrollo como los que se encuentran en Latinoamérica o África, con el unitario objetivo de mejorar la calidad de la mano de obra productiva  (por medio de la escolarización masiva en el sistema educativo de las juventudes incipientes), pues el incremento de dicho valor educacional favorece la inserción de sus propias economías en los mercados internacionales y una mayor equidad social propia.

El buen uso de esta educación, que busca impartirse, por parte de los ciudadanos, se puede considerar como expresión de la libertad individual de los mismos con el objetivo de favorecer el crecimiento y desarrollo económico de sus distintos países, a fin de mejorar la calidad de vida de la sociedad en la que conviven, pues la educación aumenta la productividad humana, pero, además, le proporciona otros servicios beneficiosos como una mayor facilidad de comunicación social, integración en actividades y grupos sociales…  en definitiva, numerosas ventajas que contribuirán a mejorar su bienestar individual.
Sin embargo, los mismos individuos pueden dirigirse hacia una desviación equívoca si no se trabaja y pone el suficiente interés por parte de los Estados en corregir y seguir los pasos caminados por estas personas. Hablamos, sin duda, de una asociación de los problemas de inequidad y el deterioro de las materias y elementos de aprendizaje.  Será por ello, por lo que si el sistema educativo no se atiende con suficiente regularidad y consciencia de ello, se dará lugar a la conformación de generaciones poblacionales que, cada vez, más, terminen incluyéndose dentro del sector del analfabeto funcional. Por lo tanto, y con el fin de impedir dichos sucesos que tan terriblemente ocurren con más frecuencia de la deseada, los principales pasos a seguir con presteza son: constituir una educación de calidad para los individuos, pensando siempre que ellos mismos serán quienes constituyan la base económica de los países; favorecer la competitividad y privilegiar a la mano de obra productiva con un impacto más inmediato en la conformación de beneficios sociales; y tener en cuenta otros factores que influyen en el propio capital humano, como el tipo de escolarización, el rendimiento educativo, el aprovechamiento de lo aprendido…  No obstante, como es sabido, no todos los factores a tener en cuenta son positivos en términos educativos, pues no todos los ambientes familiares y sociales favorecen que se cumplan todos estos requisitos que servirían para constituir el capital humano deseado. Así pues, estos factores anteriores tan determinantes en la formación humana estarán determinados, a su vez, por cuestiones relacionadas con factores medioambientales, nutrición, salud, entorno y educación familiar…  Así pues, incluso aunque la educación se mantenga, estos factores sociales y económicos seguirán siendo responsables, en buena medida, del éxito y permanencia de los individuos en el sistema educativo que viabiliza las rentas futuras individuales y sociales en definitiva.

Por otro lado, aparte de todo lo anterior, no debe olvidarse que la educación, además de generar beneficios privados para los individuos, y un crecimiento económico para los Estados, también trae consigo factores positivos caracterizados, por ejemplo, en una reducción de los índices de criminalidad, una mayor cohesión social, beneficios intergeneracionales…

En resumen, un individuo con un mayor nivel educativo reducirá sus posibilidades de estar desempleado, aumentará las de su nivel de ingresos, además, la educación permite armonizar las relaciones sociales, mejorar la calidad de vida, aumentar la participación ciudadana y, como ya hemos señalado en repetidas ocasiones, permite un desarrollo económico y social de los países.


6. El papel del Estado en la educación

Los promulgadores y defensores de la teoría del capital humano, siempre defendieron que la noción acerca de una inversión en educación por parte de los países, estaba directamente relacionada con el fortalecimiento y desarrollo del Estado del Bienestar.  La escolarización infantil y obligatoria supone la creación de una especie de bolsa de seguridad donde se pretende retrasar la incorporación de la población más joven al mercado laboral como población plenamente activa, y así, en un futuro más tardío, favorecer su integración en dicho mercado consiguiendo así inclinar la balanza de la racionalidad y la formación humana en términos de mercado competitivo.  Así pues, podemos determinar que la participación del Estado en la formación de este capital humano, adquiría enorme importancia a la hora de expandir los mercados laborales con nuevas mentes mejor formadas. No obstante, “esto deriva en una disminución de la autonomía estatal resultado de ceder su capacidad decisoria a los agentes regionales e internacionales.”  Por tanto, la función básica de los Estados, actualmente, se limita a garantizar las condiciones básicas que permitan la inserción en el mercado internacional y la globalización: las acciones estatales están abocadas a la consecución de capital humano con el objetivo de formar individuos capaces de facilitar la inserción del conjunto social y estatal en dichos mercados externos de sus propias fronteras. Por tanto, entendemos que el Estado actúa de benefactor de su propia sociedad proveyéndola de un servicio básico y beneficioso para el futuro del conjunto.  No obstante, para que todos estos progresos pudieran realizarse, primeramente los estados más desarrollados, y en un futuro prometedor, los estados menos desarrollados, abordaron todo tipo de reformas relacionadas con una mejora de la calidad educativa y de los propios estudiantes: reformas para mejorar la competitividad, reformas para mejorar el financiamiento, reformas para mejorar la equidad de los propios individuos que estudian…todas ellas reformas caracterizadas por su intención racial y con un claro fin instrumental. Con todo, todavía quedan muchas reformas por proponerse y llevarse a cabo, siendo especialmente llamativa la que incumbe tanto a docentes como a estudiantes , con el objeto de accionar a dicho colectivo y favorecer su participación como principales actores de la teoría del capital humano, la cual, no obstante, a pesar de promulgar los requerimientos ventajosos para favorecer el crecimiento económico por medio de la educación, no previó la participación social en términos humanos e individuales, tal y como ya señalábamos en otro apartado.

Para finalizar, cabe exponer una interesante reflexión acerca de la función final que cumple la educación en las sociedades actuales, dado que como ésta se imparte de forma subordinada al desarrollo económico de los países, podríamos entender que, en realidad, se ha convertido en un factor completamente funcional al sistema capitalista y al servicio de las clases dominantes; o quizás, por otro lado, sea, en verdad, el propio desarrollo del sistema capitalista el que ha favorecido el desarrollo e incremento de inversiones en educación.


7. Implicaciones del Estado Español en la formación del capital humano.

Analizando todas y cada una de las reformas educativas llevadas a cabo en España desde la década de los 70 podemos ver la importancia otorgada a la formación del capital humano.

La LGE (1970), una reforma de una Ley ya desfasada, la predecesora Ley Moyano, viene prefijada de un clamoroso deseo popular de dotar a este país de un sistema más justo, eficaz y acorde con la España de la época. Se pretende cambiar por completo, proporcionando oportunidades educativas a la totalidad de la población para dar así plena efectividad al derecho de toda persona a la educación. La educación es una herramienta para la conservación y el enriquecimiento de la cultura nacional, el progreso científico y técnico, y es necesaria para capacitar al individuo para afrontar con eficacia las nuevas situaciones a las que se enfrenta.

Uno de los objetivos que trae consigo ésta Ley y que más nos interesa es completar la educación general con una preparación profesional que capacite para la incorporación del individuo a la vida de trabajo. Capaz de desarrollar al máximo la capacidad de todos y cada uno de los españoles.

La educación general básica se establece obligatoria y gratuita para todos los españoles, en cambio, el bachillerato no será gratuito hasta que las condiciones económicas del país lo permitan. El bachillerato ofrece una amplia diversidad de experiencias practico-profesionales. Es en esta reforma de educación cuando aparece la formación profesional.

Se invertirá en la educación con una gran cantidad de dinero y por el que el país deberá hacer un gran esfuerzo. El coste financiero se distribuirá en anualidades, y dichas anualidades se incorporaran en los presupuestos generales del estado.

La LOGSE (1990) define la educación como algo esencial tanto para el individuo como para la sociedad. Desde una base en la igualdad de género, de raza, religión u opinión. Los valores que se intentan transmitir en la educación son el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales.

En este cambio de Ley, el Gobierno pretende que a todos los ciudadanos se les garantice una educación gratuita y una formación hacia el futuro tanto del individuo como de la sociedad. Se intenta desarrollar una sociedad más madura, la cual deriva de la capacidad para integrar a partir de la educación.

En antiguas leyes, se ha visto reflejado una educación con sistemas de privilegio, cerrados elitistas y propagadores de ortodoxias concluyentes, dando como resultado una sociedad pobre, separatista y sobre todo inculta. Ahora, se pretende dar una educación con una extensión a todos los ciudadanos, como cualquier sociedad moderna.

Esta ley amplia la educación básica hasta los 16 años, edad mínima para la incorporación al trabajo, en condiciones de obligatoriedad y gratuidad. Con la presente Ley, se reordena el sistema educativo con una reforma profunda de la formación profesional y con la mejora de la calidad de la enseñanza.

La LOCE (2002) se presenta como una ley con un objetivo inequívoco y equitativo desde el primer párrafo de sus disposiciones. Dicho fin constituye la consecución de los retos básicos contemplados en los requerimientos exigidos a nivel del conjunto social en términos de globalización y en clave de comunidad europea. Así pues, el desarrollo económico, social y cultural de España son vistos como el objeto final que se pretende obtener por medio de la nueva legislación.

Esta ley trata la mejora del nivel educativo español como un hecho de relevante carácter, a la hora de considerarla como uno de los factores que más influye y hace posible la aceleración del crecimiento económico y el bienestar social de un país, en este caso, el nuestro. No obstante, a pesar de tener presente cual es el fin último que conlleva impartir una educación de mejor calidad, no deja de tener presente, constantemente, los verdaderos problemas que, hasta el momento, han causado las deficiencias educativas evidenciadas en el temprano abandono escolar o la escasa formación docente que no termina de incitar al nuevo alumnado a desarrollar un gusto por la educación y la formación intelectual. Por otro lado, no olvida, tampoco, la procedencia de las raíces históricas de la educación española, que traen consigo un elevado nivel de analfabetismo o bajo nivel académico por parte de la población adulta, que contempla pasiva el avance de la sociedad y nuevas generaciones educativas; será por ello, pues, por lo que también propone nuevos métodos y formas para terminar de formar a la población más adulta de cara a una mejora cultural de la población. Así pues, para finalizar, se entiende que el verdadero desafío de esta nueva legislación pretende integrar todos esos objetivos en una formación constante y continua a lo largo de toda la vida del ciudadano obteniendo, así, una perspectiva de su formación educativa, como un conjunto perfecto de conocimientos adquiridos.

En el caso de la LOE (2006), las alusiones al funcionalismo y la teoría del capital humano son más bien escasas. Es una Ley Orgánica dirigida, sobretodo, a la equidad y la igualdad de oportunidades a la hora de poder acceder a una educación de calidad. No obstante, se menciona la importancia de la educación como el medio más adecuado de garantizar el ejercicio de la ciudadanía democrática, responsable, libre y crítica, necesarias para la constitución de sociedades avanzadas, dinámicas y justas; siendo por tanto la educación el principal recurso de un país y su mayor riqueza. Por ello y según esta ley, ningún país puede desperdiciar la reserva de talento que poseen todos y cada uno de sus ciudadanos, sobretodo en una sociedad que se caracteriza por el valor creciente que adquieren la información y el conocimiento para el desarrollo económico y social.

Con la LOMCE (2013), los objetivos correspondientes a la nueva legislación, entienden la educación como un instrumento de movilidad social, comprendiendo esta definición de educación como el medio necesario para poder superar las barreras económicas clasistas, y permitiendo alcanzar unas metas de prosperidad económica aspiradas por los individuos. A pesar de todo, la LOMCE, reconoce que las capacidades innatas propias de forma personal, por parte de cada individuo, no son iguales, en términos de talento genuino, por lo que uno de los principales deberes de la nueva legislación corresponderán al reconocimiento de dicho talento y su redireccionamiento hacia el más conveniente derrotero educativo, con el único fin de subsanar las altas tasas de abandono escolar acaecidas hasta el momento. Con todo, como venimos diciendo, la nueva ley no pierde en ningún momento el objetivo final de su promulgación, que es una mejor inserción el ciudadano en el centro de nuestra economía y sociedad.

El éxito de la transformación social en la que estamos inmersos depende de la educación; ahora bien, sin la implicación de la sociedad civil no habrá transformación educativa.

Así pues, podemos determinar que la presente ley pretende orientar los servicios educativos de tal forma que se reduzca al mínimo aquel sector de estudiantes que abandonan su vida escolar antes de haber alcanzado el nivel formativo adecuado, de tal manera, que inicien su vida laboral en unas condiciones de desventaja, tales que estén abocados al desempleo o a un puesto de trabajo de limitado valor añadido, intentando evitar así una, más que incuestionable, transmisión de la pobreza en generaciones actuales y futuras.



8. Conclusiones

Gary Becker ha redefinido recientemente el concepto de capital humano, indicando que debe entenderse por ello “[...] la inversión en dar conocimientos, formación e información a las personas; esta inversión permite a la gente dar un mayor rendimiento y productividad a la economía moderna” . Empero, un enfoque centrado exclusivamente en el aspecto operacional de la educación margina cuestiones como la reflexión sobre el propio pensamiento, la comprensión de los propósitos, las situaciones y las personas, el aprendizaje de las reglas que ordenan el discurso de las disciplinas que se ejercitan y el desarrollo de una actitud escéptica; a la vez, clausura la apertura mental necesaria para dialogar con todas las instituciones (sean políticas, económicas u otras). Luego, en un mundo signado por el imperativo de la competitividad global, las competencias tradicionales no parecen responder a las presiones del nuevo formato de crecimiento económico. Encontrar un punto de equilibrio entre la pureza de las disciplinas, los criterios de verdad, objetividad y autonomía, y las competencias de empleabilidad fundadas en habilidades y resultados, es uno de los desafíos más fuertes que enfrenta el proceso educativo, incluida la formación universitaria.




9. Bibliografía

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